Esparta no quiere a los obesos (II) Leonardo Monterry
NO crean que el culto a la delgadez o a un cuerpo en forma es un rasgo exclusivo de los nuevos tiempos. Por todos es sabido que los espartanos seguían con devoción los vídeos de aeróbic de Jane Fonda (el mismo Leónidas tenía en un póster de la actriz en mallas, firmado por la muchacha, uno de sus tesoros más preciados) y que castigaban con el destierro a los obesos. (Además, como los guerreros peleaban a pecho descubierto, ningún luchador entrado en carnes podía recurrir al truco del corsé o la braga faja para encubrir su gordura).
Hoy, en cierto modo, parece que seguimos viviendo en esos tiempos en los que había una ciudad llamada Maratón: aún se pretende el aislamiento de quienes no poseen una anatomía trabajada.
Cuando los creadores de la serie televisiva Amigos en los 30 dispusieron despedir a una de sus intérpretes, Lupe Cámara, por haber cogido algo de peso (y no precisamente una barra de hierro), no imaginaban que esta decisión supondría precipitar hacia su fin una producción que, hasta entonces, llevaba seis años de emisión con satisfactorias cifras de audiencia. Nadie habría definido a Cámara como la estrella de la función -su personaje era la amiga feota y graciosa de la protagonista- pero, fuera de la pantalla, la intérprete logró hacerse memorable gracias a una espectacular puesta en escena. Para ser escuchada, se preparó un milkshake de chocolate y veneno para ratas, pero antes Cámara había dejado en su blog un desesperado mensaje a sus admiradores en el que les animaba a liderar una movilización:
"Hay que hacerles entender a estos moderfaquers que la gente normal quiere verse reconocida en las películas y en las series que ve. Es enfermo que todos los actores que salen en la televisión (¡absolutamente todos, compruébenlo!) sean extremadamente delgados, jóvenes, bellos. A los hombres y mujeres de verdad nos han expulsado de ese imaginario. Yo siempre quise actuar, nací para esto, ¡estaba predestinada por mi apellido! Pero como soy mexicana tenía que estar sexy, como si en México todas fueran bombas latinas, mujeres de sexualidad desatada, y chingáramos hasta en el supermercado. (...) Hay que rebelarse contra algo tan nocivo, ¿no les parece? No más operaciones de estética, no más reducciones de estómago, adiós al bótox y a los labios y pechos de silicona... ¡La humanidad tiene que ganar esta batalla frente a tanta belleza artificial!".
El sacrificio de Lupe Cámara, mártir de los totalitarismos del bisturí, produjo una profunda consternación tanto en México como en Estados Unidos. Tras el suicidio de Cámara, el periodista John Hitchberg analizó en un artículo los físicos de los actores de la programación televisiva estadounidense. Sólo uno de ellos no respondía a los cánones convencionales de belleza, alguien de físico menudo y piel ajada, pero con esta elección no se buscaba transmitir una sensación de normalidad: el personaje era, nada menos, un agresor de ancianas que afrontaba una condena a la silla eléctrica.
Fue poco después de la muerte de Lupe Cámara cuando empezó a dar señales de vida el movimiento activista MWBB (Men With Big Bellies), que se rebelaba contra la extrema delgadez, la juventud perpetua y el modelo irreal de hermosura que reproducían los medios. En un museo romano, los gestores y responsables se alarmaron cuando descubrieron que el Discóbolo había perdido su masa muscular y presentaba una figura fofa: atribuyeron ese cambio a que quizás por el exceso de turistas la estatua había empezado a sentir ansiedad y se había lanzado, en busca de alivio, a las pizzas y los refrescos azucarados. Pero pronto el rapero Fat Russell desveló lo que ocurría. En el videoclip de su canción Six-packed Adonis, el músico se había grabado burlando los sistemas de seguridad de aquel museo y reemplazando la escultura por su falsificación. "Los gordos no tenemos entrada en la fiesta, y esto tiene que cambiar", puso, a modo de explicación, en su cuenta oficial de Twitter. Pronto la protesta de Fat Russell fue imitada en el mundo, y diferentes obras de arte fueron saboteadas como una manera de avivar este debate: incluso un guardia de seguridad del Louvre desveló que los personajes de La libertad guiando al pueblo, de Delacroix, le habían expresado su curiosidad por probar el Big Mac de McDonald's, y el cuadro apareció con visibles manchas de ketchup y nuggets y patatas deluxe adheridos a la pintura.
También la artista Angie Miska Serraten reflexionó sobre la cuestión en la muestra que preparó para el Museo Kiasma de Helsinki, The Real Women, para la que urdió un costoso experimento. Proyectó a dos grupos distintos el anuncio de una comedia romántica con Anne Hathaway de protagonista. El primer pase exhibía imágenes procedentes de la película real, con la actriz auténtica; la segunda sesión difundía un nuevo montaje con una mujer entrada en carnes como reemplazo. Los testimonios, que Miska Serraten divulga en una pantalla, arrojan conclusiones increíbles. Ante la pregunta de "¿Tiene interés en ver este largometraje?", componentes del grupo Hathaway afirmaron que irían "corriendo" en cuanto se estrenara; en el segundo equipo escogieron la opción "Dios santo, ¿es que acaso no tiene un mejor plan para el sábado?".
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